Durante nuestro último tiempo de nuestra experiencia internacional algunas de las probanistas tuvimos la suerte de visitar el convento de Santa María de lo alto, que hoy es un museo asumido por el estado francés; al ingresar y recorrer sus instalaciones podía hacerme una idea de la vida que habría tenido nuestra querida Filipina Duchesne junto a sus hermanas en esas instalaciones. Me impresionó el paisaje que se puede apreciar desde esa altura, realmente es un lugar privilegiado para divisar un amplio horizonte y es muy fácil que toda esa inmensidad, el silencio y la naturaleza susciten en nosotras el deseo de orar y dar gracias a Dios por toda su creación.
Al observar toda esa extensión fui pensando que desde estas montañas de Grenoble, Filipina iba descubriendo que de alguna manera el mundo no tenía fronteras y quizá, al contemplar toda esa inmensidad se fue sintiendo interpelada a ir más allá. Sentí que estos lugares acunaron su deseo misionero y desde allí fue escuchando el suave murmullo con el que otras tierras comenzaron a llamarle.
Agradecí mucho ese espacio de contemplación y de conexión con nuestra santa, su tierra y los lugares donde comenzó su seguimiento a Jesús. Por si fuera poco, esta visita tenía una sorpresa reservada para nosotras: En las instalaciones del museo se presentaba una exposición sobre la Amazonía y las poblaciones que la habitan. En cuanto la vi pensé que era una feliz coincidencia que precisamente en este lugar estuviera una parte importante del continente que atrajo a Filipina. Los rostros, la cultura, la vida cotidiana y especialmente las acciones y luchas de sus habitantes por el cuidado de nuestro planeta y la preservación de su habitad, estaban ahora en la tierra de Filipina.
Mientras realizábamos el recorrido iba pensando que más que coincidencia este encuentro era realmente una diosidencia,
una de esas muestras de la acción de Dios en nuestra vida y la vida de nuestro mundo.
Filipina se sintió impulsada a ir hacia nuevos horizontes, atraída por los indígenas de América del norte y desde su llegada nuestra congregación se fue extendiendo, gracias a la vida entregada de muchas otras de nuestras hermanas; 204 años después, conocemos otros pueblos originarios, nos solidarizamos con ellos y a veces realizamos un trabajo colaborativo que nos permite vivir nuestro servicio educador en reciprocidad, sin embargo la realidad de estos pueblos, nuestros pueblos nos interpela.
La exposición fotográfica era realmente una inmersión en este basto territorio, un acercamiento a la naturaleza y las culturas que la habitan y para mí también era un reconocimiento a la dimensión profética que tiene la Amazonía, que por un lado nos anuncia la vida que la habita, su sabiduría, la gran diversidad de lenguas, culturas y la armonía con la naturaleza como forma de vida y por otro lado denuncia los niveles de explotación y los numerosos atentados que sufre esta “hermosura herida y deformada” como la llama el sínodo de la Amazonía.
Este mismo texto nos dice que “La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la vida en abundancia, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’. Se trata de vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos… Para ellos, ‘buen vivir’ es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente de los seres humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’. Este modo integral se expresa en su propia manera de organizarse que parte de la familia y de la comunidad, y que abraza un uso responsable de todos los bienes de la creación”. Sínodo amazónico 9
Durante el recorrido vi una foto de la devastación que ocasiona la explotación minera ilegal en Madre de Dios – Perú. Tuve la suerte de conocer este lugar en la selva sur de mi país, al verla reconocía que esta es sólo una muestra de la larga lista de atentados contra la naturaleza que tienen consecuencias contra la vida de los pueblos, que detalla por ejemplo el Sinodo de la amazonía, apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; concesiones madereras legales e ingreso de madereras ilegales; la caza y la pesca predatorias; los mega-proyectos no sostenibles (hidroeléctricos, concesiones forestales, talas masivas, monocultivos, carreteras, hidrovías, ferrocarriles y proyectos mineros y petroleros); contaminación ocasionada por la industria extractiva y los basureros de las ciudades y, sobre todo, el cambio climático. Pero como bien lo dice estas amenazas reales traen asociadas graves consecuencias sociales: enfermedades derivadas de la contaminación, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, el alcoholismo, la violencia contra la mujer, la explotación sexual, el tráfico y la trata de personas, la venta de órganos, el turismo sexual, la pérdida de la cultura originaria y de la identidad (idioma, prácticas espirituales y costumbres), la criminalización y el asesinato de líderes y defensores del territorio. “Reconocemos en la tierra quebrantada y sufriente el cuerpo quebrantado de Cristo” dice nuestro documento Artesanas de Esperanza.
Pero también me conecté con los múltiples esfuerzos de pobladores y organizaciones amazónicas para preservar su territorio. Agradecí sobremanera que las fotos pudieran captar la fuerza y convicción con que los pueblos originarios defienden su territorio, reclaman el reconocimiento de su presencia y su estilo de vida. Contemplar los esfuerzos que van haciendo nuestros hermanos de la Amazonía, me hizo más consciente de la urgencia de la llamada a vivir la ecología integral que nos hace el papa Francisco, recordé que él nos dice: “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. (Laudato Si 49)
Este mismo número de la encíclica ha sido retomado en nuestro documento "Artesanas de Esperanza" que nos propone tres objetivos claves para abordar la necesidad de cuidar de nuestra casa común a todos los niveles:
- Ser más conscientes de nuestro estilo de vida y hacer los cambios necesarios para ser más responsables de nuestra casa común.
- Continuar – a través de nuestra misión educadora – transformando nuestras relaciones con la tierra, con otros y otras, y fortalecer el sentido de interconexión.
- Crear y colaborar en iniciativas ecológicas locales y globales que generen esperanza. (p. 23 Artesanas de Esperanza)
Este tercer punto nos anima a: “Ser conscientes de los principales problemas ecológicos, las preocupaciones y fuentes de esperanza de los contextos locales y de las personas, especialmente de los pueblos indígenas” y justo eso es lo que estaba viendo a través de esta muestra fotográfica.
El número 49 de Laudato Si nos dice también que tanto en los debates políticos como en la acción concreta “no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos” y también nos dice que “ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, sin tomar contacto directo. ... Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad.”
Esta visita a Santa María de lo alto me hizo pensar que Filipina no se quedó lejos, ella fue una mujer que salió al encuentro, que compartió las preocupaciones y esperanzas de los indígenas y ahora nos anima, nos urge, a salir a su encuentro a aprender de su sabiduría, a desarrollar con ellos y como ellos una cultura del cuidado. En este tiempo que nos venimos preguntando quien nos llama Dios a ser y que nos llama Dios a Hacer, creo que nos puede ayudar también el acercarnos a ese buen vivir y buen hacer que los pueblos de la Amazonía y con ellos también contribuir a ese querer entrañable del Corazón de Jesús: La vida abundante para todas, para todos, para todo. (Capitulo 2008)
Maria Luisa Franco
Probanista y Enlace JPIC - Perú