Un día después de que el tifón Ulises hizo estragos en muchos lugares de Filipinas, fui a una de las zonas más afectadas por las inundaciones y donde viven muchas familias de la SMSF (Fundación Santa Magdalena Sofía). Las madres, que me esperaban sonrientes y sorprendidas, me mostraron el alcance del daño de las inundaciones. Tuvieron que sacar todas sus cosas de sus pequeñas casas para lavarlas; toda su ropa estaba impregnada de lodo; los niños estaban cansados y adormecidos ya que estuvieron despiertos durante toda la noche a causa del tifón. ¡No había electricidad ni agua corriente! Me contaron cómo les pilló por sorpresa, ya que se basaron en sus experiencias pasadas de inundaciones. Esta vez no esperaban que las aguas subieran hasta los techos.
Después de haberme compartido sus experiencias, pidieron a los niños que me a visitar a otras familias, para verificar que estaban bien. Me conmovió ver tanta destrucción, siendo consciente de que estas familias han necesitado años para ahorrar lo que tienen. Terminada la visita, acompañe a los niños al centro SMSF para que pudieran lavarse los pies llenos de lodo, que pudiesen jugar en el patio de recreo y almorzar. Mientras caminábamos, los escuchaba hablar de como uno de sus primos casi se ahogó la otra noche. Una de ellas me preguntó, “¿Verdad que esta será la última vez que habrá una inundación?”
¡Me quedé atónita! ¿Qué respuesta le daré a esta niña? No quería mentirle pero tampoco quería asustarla diciéndole que con la crisis climática, en realidad habrá otros súper tifones que pueden causar más inundaciones. ¿Cómo explicarle que incluso las lluvias habituales, y debido a que estamos situados al pie de las montañas donde el trabajo de las canteras ha ido poco a poco destruyendo las cuencas, pueden dar lugar a inundaciones de esta magnitud? ¿Qué garantía puedo darle de que las personas mayores que la rodean, las comunidades, los líderes de las industrias y los gobiernos se comprometan con la transformación del cambio climático? ¿Qué esperanza puedo darle? Afortunadamente, otra niña dijo algo que cambió el rumbo de la conversación y no me vi obligada a contestar a una pregunta tan importante.
Al regresar al centro, un alumno nos dijo que quería colaborar con cualquier cosa que estuviésemos haciendo. Su familia solía vivir en la misma zona que había justo visitado, pero debido a las inundaciones alquilaron una casa en un terreno más seguro. Pienso que nos estaba ofreciendo su ayuda porque en el pasado había sufrido las inundaciones y sabía lo que significaba ser una víctima. La experiencia de la inundación se ha convertido en una “memoria peligrosa”.
Según Johann Baptist Metz, la memorias peligrosa vienen de la experiencia de las luchas, del sufrimiento, del fracaso y de otras formas de negatividad en la vida de las víctimas, de la opresión y de la injusticia. Estas memorias son fuertes y llevan a las víctimas a cuestionar el orden presente, la situación actual; y por lo tanto se vuelven peligrosas para aquellos que están en el poder ya que estos se convierten en las semillas de la resistencia y de la transformación.
Me pregunto ahora si una razón posible de la inacción o de la falta de urgencia de los actores clave en las emisiones de carbono en el mundo es la falta de una memoria peligrosa: la ausencia de haber vivido experiencia de ser víctima y de haber perdido todo lo que tienes a causa de catástrofes ambientales. Qué el mundo no espere a que esto suceda y qué el grito de los pobres sea suficiente para alentarnos a actuar seriamente. Ojalá llegue el momento en el que podamos responder a la pregunta de esa niña con la confianza de que no, no permitiremos que esto vuelva a suceder.
Bethanie Sulleza rscj
Bethanie Sulleza rscj es la Presidenta de la Fundación Santa Magdalena Sofía que ofrece educación primaria, clases y programas de lectura, formación de jóvenes y programas de apoyo a los padres procedentes de comunidades desfavorecidas en San Jose, Montalban, Filipinas.