El suicidio es un tema relevante en la sociedad contemporánea: según la Organización Mundial de la Salud, de hecho, cada año en el mundo se quitan la vida unas 720.000 personas, es decir, poco menos de 2.000 al día. Más de la mitad de los suicidios globales (56%) ocurren antes de los 50 años, y la franja de edad de 15 a 29 años se ve particularmente afectada: para este grupo de edad, el suicidio es la tercera causa de muerte, y entre las chicas y las jóvenes adultas es incluso la segunda. El 73% de las personas que se quitan la vida viven en países de ingresos bajos y medios, pero las naciones más ricas no están exentas del riesgo: en Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de suicidio actual es un tercio mayor que la del año 2000.
En la oración de noviembre, el Papa subraya que todos somos ‘vulnerables’: esto nos concierne a todos, también a los religiosos y consagrados. Nuestro corazón humano, al igual que el Corazón de Jesús, no está exento de heridas y sufrimientos. Nadie es inmune a la oscuridad de la desesperación; por eso, las comunidades cristianas deben convertirse en lugares de acogida y de cuidado, donde quien sufre se sienta en casa.
Oremos para que las personas que están combatiendo con pensamientos suicidas encuentren en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida.