Este domingo brinda una oportunidad para que cada uno de nosotros reflexione más profundamente sobre el imperativo, 'Acoger a Personas en Movimiento', y qué papel podemos desempeñar en la vida de las personas que han tenido que abandonar su lugar de nacimiento.
"Para que a nuestra casa común se le garantice el cuidado adecuado, tenemos que constituirnos en un nosotros cada vez más grande, cada vez más corresponsable, con la firme convicción de que el bien que hagamos al mundo lo hacemos a las generaciones presentes y futuras. Se trata de un compromiso personal y colectivo, que se hace cargo de todos los hermanos y hermanas que seguirán sufriendo mientras tratamos de lograr un desarrollo más sostenible, equilibrado e inclusivo. Un compromiso que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros, entre residentes y huéspedes, porque se trata de un tesoro común, de cuyo cuidado, así como de cuyos beneficios, nadie debe quedar excluido. "
(Papa Francisco– Mensaje la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2021)
"Hoy la Iglesia está llamada a salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos. Entre los habitantes de las periferias encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación" (Papa Francisco– Mensaje la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2021)
Impulsados e impulsadas por nuestro carisma y misión como educadores y educadoras del Sagrado Corazón para vivificar la esperanza, nuestro mundo herido, somos llamados y llamadas a ser solidarios y solidarias con “las personas en movimiento”. Es decir, estar cerca de su realidad y ofrecerles espacios hospitalarios donde puedan ser acompañados y acompañadas, escuchados y escuchadas y equipados y equipadas con la información y las herramientas que les permitan vivir una vida más pacífica y productiva. También tenemos el reto de descubrir y apreciar los dones y la riqueza que aportan a nuestras culturas, y la contribución que hacen a nuestras sociedades y naciones. (Ser Artesanas de Esperanza p.24)
Como comunidad apostólica internacional nos sentimos llamadas a hacernos sensibles a las
esperanzas y sufrimientos de nuestros hermanos/as emigrantes. Nuestro carisma nos lleva a
abrirnos a ellos, a acogerlos, a hacernos solidarias, para contribuir a crear la comunión
entre todos los pueblos. (Capítulo General, 1988)
Al contemplar a Jesús, aprendemos de sus gestos y actitudes cómo ser testigos de su amor
que libera a través de todas nuestras relaciones. Nos encontramos con el otro en la fe
descubriéndolo como un ser único, relacionándonos, con respeto, sencillez y amor sincero,
con la humildad que nos hace más capaces de recibir, siempre con esperanza,
seguras de la fuerza de Dios en todos nosotros.
(Const. n.15)
“Participar en debates públicos sobre el tema de los extranjeros, especialmente los refugiados, es una forma de contribuir a la educación de la prensa y a la formación de la opinión pública. Al ejercer presión contra los proyectos de ley que convierten a los migrantes en “chivos expiatorios”, aumenta el poder de discernimiento de los políticos. Al hablar con los Cristianos, especialmente con aquellos cuya conversación sobre los migrantes está llena de prejuicios políticos, intentas hacerlos crecer en su fe.”
(Cornelia Buhrle RSCJ)
Oración por Migrantes y Refugiados
Dios de amor y compasión: que siempre reconozcamos tu espíritu:
• en la familia de refugiados, buscando seguridad frente a la violencia;
• en el trabajador migrante, que trae comida a nuestras mesas;
• en los solicitantes de asilo, buscando justicia para sus familias;
• en el niño no acompañado, viajando en un mundo peligroso.
Danos corazones que se abran cada vez que nuestros hermanos y hermanas se vuelven hacia nosotros.
Danos corazones que ya no se hagan sordos a sus voces en tiempos de necesidad;
Danos ojos para reconocer un momento de gracia en lugar de una amenaza.
Danos voces que no se mantengan en silencio pero que, en cambio, decidan abogar proféticamente.
Danos manos que se extiendan en bienvenida, pero también en el trabajo,
por un mundo de justicia hasta que todas las patrias estén seguras y protegidas.
Bendícenos, Señor ...
- Fr. Dan Hartnett S.J.
-Comité de Carisma y Misión de ANZ